Día 2. El olor.
Un mercado asiático es la mejor representación visual del kaos que he visto. Pero incluso en eso, Japón es diferente. Allí la anarquía tiene un orden y los embrollos coherencia.
Después de unos cuantos kilómetros y otros tantos templos, nos entró hambre. Nishiki se hace de rogar. No hay indicaciones, ni carteles luminosos que te hagan pensar que en ese desalmado callejón puede haber una entrada al mercado. Pero ahí está, una recta al otro lado de una puerta en la que nunca te detendrías si no fuera porque se lo has preguntado a un japonés, y un nipón siempre va contigo hasta el lugar por el que le has preguntado. Nos dice: – Ahí lo tenéis – en el idioma universal de los gestos, y se despide sin torcer el morro, como un perro que tiene su galletita de premio por haberse portado bien.
Ya dentro, la mezcla de olores resulta nauseabunda para un occidental hastiado del aroma a perfume de flores. Pero te acostumbras rápido. Jean-Baptiste Grenouille, el de “El Perfume”, podría excitarse con el simple hecho de pisar la entrada del mercado.
No es difícil distinguir al turista del autóctono. Los de casa van a tiro hecho, esquivando curiosos y pesados, como si fuera una carrera de esquí sin esquís.
Los que hemos viajado mucho, sabemos que la teoría del “donde fueres haz lo que vieres” es implacable. En Japón, si un sitio es bueno, tiene cola de espera. Lo que es una buena manera de saber por donde empezar.
Comemos niguiris de anguila, makis de vaya usted a saber qué, rebozados exquisitos de pulpitos, verduras con tempura recién hechas, bolitas blancas que, una vez en tu paladar se vuelven salchichas, un té, una tartita de queso y un helado.
La primera noche cené sólo, y la primera comida, la he hecho de pie. Si hubiera txakoli, se podría decir que me he marcado un poteo típico vasco a base de pintxos japoneses o que he visitado la versión nipona del mercado de San Miguel de Madrid. Lástima que no hubiera sake para rematar el ratito gourmet.
La digestión la hice caminando hacia el palacio real, una siesta sin dormir en la hierba que rodea la residencia de la familia imperial y un poco de Lulu´s Marble, para no olvidar que hay ruido más allá de este relax…
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