Por Jon López.
No sé si sois de esos que en el último año, habéis cambiado la ternera por el pollo, de los que habéis dejado de comer en restaurantes, porque no os podéis permitir esos 10€ de subida media en el menú. Quizá ya hayáis olvidado los tiempos en los que podías pasarte el fin de semana sentado en el sofá encadenando partidos de fútbol, de baloncesto, carreras de motos o de Fórmula 1 GRATIS. Y puede que como yo, ya ni te quejes porque este trimestre te hayan duplicado el precio de la factura del agua, equiparándolo a la 13/14 que nos hicieron el año pasado con la luz, la gasolina, las patatas, la leche… pero no con los sueldos.
En esa tónica, la mayoría de los salarios del país se han estancado mientras la vida sube. Y ahora, eso que antes era normal, un pequeño vicio, se ha convertido en un lujo que todos aquellos que hemos visto menguar nuestro poder adquisitivo, y con él la dignidad y lo que entendíamos por derechos, no nos podemos permitir. O lo que es lo mismo, nos hemos visto abocados a formar parte de la rueda que convierte el consumo en algo ruin, para frustrarnos cuando la mayoría de las cosas que deseamos no están a nuestro alcance.
Ayer un juzgado de Barcelona redactó un auto que obliga a los operadores (Movistar, Vodafone, Orange….) el envío a LaLiga de la identidad de los usuarios que se conecten de manera pirata a ver los partidos. Quizá por resignación yo hace tiempo que no veo un partido, ni una serie, en una plataforma pirata. El fútbol en directo ha dejado de formar parte de mi vida, pero eso no quita para que declaraciones como las de Tebas o Julio Pulido en El Larguero, ayer, me mosqueen.
Lo primero, porque no tienen en cuenta que el fútbol, para mucha gente, es un sentimiento. Y obligar a alguien que tiene que freír los huevos con aceite de girasol, porque no le llega para una botella de Aceite de Oliva Virgen, a pagar más de 120€ por ver fútbol es una locura. Por poner un ejemplo, tener toda la música del mundo (y de la historia) en Spotify cuesta 10€. Ver series o películas en una plataforma, más o menos lo mismo, pero el fútbol cuesta 5 veces más.
Como digo, yo he cambiado mi forma de consumo de fútbol. Lo escucho en el Carrusel, busco los resúmenes y si algún partido me genera especial interés, bajo a buscar un bar que lo eche (que cada vez, también, son menos). Porque en eso, tampoco hacen distinciones entre un pequeño bar de barrio o uno con un aforo de 1500 personas.
Lo que no me gusta es esa superioridad que uno muestra cuando por suerte, no sufre esa precariedad. “El que quiera fútbol que lo pague”. Ok. Pues rebatamos eso también, con la consecuencia: Yo que tenía el hábito, lo hice mientras me lo pude permitir, pero a la edad de mi hija, me habría tragado unos 50 partidos. Mi hija, en su vida, sólo ha visto uno: la final del mundial femenino. No sabe quienes son Mbappe, ni Haaland, ni ha oído hablar de Messi, ni de Cristiano. No va a idolatrar a Arconada, como yo, porque mis padres me compraron su camiseta (eso tampoco me lo puedo permitir). Ni va a ser socia de un equipo (como yo lo fui), porque no me puedo permitir pagar dos abonos. Ni va a tener la costumbre de salir a comerse un bocata los domingos a ver el partido “del Plus”.
Mi hija, no es un caso aislado. Como ella, estamos criando una generación que consume resúmenes, o sigue el fútbol como un juego tipo Futmondo, o Mister… pero que no tiene interés alguno en ponerse 90 minutos SOLO delante de una tele a ver como 22 tíos le dan patadas a un balón. Sí, siempre he odiado esa definición, pero es lo que Florentino, Tebas y Pulido están vendiendo, sin darse cuenta de que los estadios están cada vez más vacíos, que no hay relevo generacional y que el que hay, está más preocupado en divertirse gritando y pegando, que viendo fútbol.
Trasladado a la música, que exista Spotify por 10€, o que tengas acceso a Youtube, genera un hábito que hace que luego pagues lo que haga falta por ver en directo lo que te gusta. Y he ahí la clave, el sentimiento, generar una necesidad o como lo quieras llamar. Sin eso, el pan de hoy será hambre de mañana, porque no habrá a quién venderle plataformas, ni camisetas, ni nada.
Pero nada, sigan en su burbuja, enriqueciendo a las compañías de teléfonos mientras el fútbol, deja de ser fútbol, para ser un lujo, un negocio o una Superliga que a alguien del Hércules o de la Real, le importa tres pimientos.
Dicho esto, igual hay que empezar a plantearse si el pirata es el que busca mantener su amor por algo, o el que pretende que pague algo que no tiene por perpetuarlo.
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