Para mí el jazz es un paseo por Donosti, de la mano de mi padre, viajando entre una percusión descompasada, un saxo, una trompeta, un piano mojándose bajo el xirimiri… luego crecí y descubrí que el Jazz tenía muchos apellidos: Coltrane, Bechet, Davis, Hancock, Monk, Vaughan, Gillespie… hoy el jazz es mi punto de retorno, la melancolía con dos piezas de hielo, un antifaz para paliar la migraña o el baile que nunca podré bailar.
Cuando el exceso de cultura no me aturdía, bajaba las escaleras del Altxerri y la noche se hacía día con improvisaciones sin punto final, camisas arremangadas, golpeos de cabeza y pies acompasando un momento irrepetible, tras uno similar, pero diferente.
Echo de menos el directo, la brisa donostiarra, el acento de Biarritz, incluso Getxo y Vitoria ¿por qué no? O quizá sea el tiempo lo que añore ¿quién sabe?
Os dejo una selección en la que no están tod@s pero sí la mayoría:
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