(Extracto del borrador del capítulo de reflexiones sobre Alicante que está escribiendo Jon López, como previa a la crónica del concierto de Tarta Relena en el Atiende Alicante):
El crecimiento económico y social de una ciudad, suele ir intrínsecamente ligado a la calidad de la cultura que allí se programa. La implicación de las instituciones y las marcas locales suele facilitar que los artistas y los gestores con talento no huyan a otros lugares que prometen, al menos, más oportunidades.
Justamente por eso, llama más la atención que Alicante, sin inversiones grandilocuentes, con un Ayuntamiento que apenas dedica un millón de euros de su presupuesto a la Cultura, con una Diputación especializada en dar palos de ciego y vivir de espaldas a los gustos variados de sus habitantes refugiándose en edificios fríos como el ADDA y el MARQ, y un IVC demasiado lejos de las realidades del día a día de La Terreta, siga RESISTIENDO a la dejadez y a las incomprensibles apuestas públicas por el turismo de sol y playa, o los megaproyectos sin base ni continuidad.
Si a eso le unimos la desunión flagrante de los interesados, la falta de espacios especializados en dar cabida a las artes y la falta de empatía encarnada, por ejemplo, en una de las más desastrosas líneas de transporte público comarcal de España, cuesta entender que sigan existiendo alicientes culturales como el Atiende Alicante. Un oasis que convive con otras pequeñas propuestas que conforman una vida cultural activa que, posiblemente, ni ciudadanos ni mandatarios de la ciudad merezcan.
¿Cómo romper las barreras y la precariedad?
Si en algo destacan los gestores de la provincia de Alicante es en desarrollar intensamente su imaginación. Con presupuestos pírricos inventan estructuras estables con el apoyo casi exclusivo de una parte de público fiel, minoritario y algo selectivo.
La historia dice que, en los 80, Alicante era una ciudad hiperactiva culturalmente hablando. Pero 20 años de Gobiernos que apartaron a un lado la cultura y la sepultaron entre un ocio etílico (y sin casa) y la fiesta, dejaron iniciativas como el primigenio Alacant Desperta, Jacara, las Fogueres culturals, alacalle.com, etc, ya no en segundo plano, sino muertas y desaparecidas del mapa.
El cambio
Hace unos diez años, los astros se alinearon y una serie de gestores fomentaron pequeñas iniciativas que han derivado en un mapa con atractivos como el Abril en Danza, el Circarte, el Photoalicante, el Atiende Alicante, el Ros Film Festival, el Live The Roof... casi todos ellos, con menos de 10 años de vida y sin apenas relaciones transversales que los unan, aparte de un par de sellos públicos en la parte baja de sus carteles y una página más militante que periodística llamada alicantelivemusic.com que lleva 7 años contando lo que todos estos ofrecen y añadiendo un factor que la ciudad, aunque no entienda del todo, necesita: LA CRÍTICA.
En general, todos se han conformado con el simple hecho de sobrevivir a una mala época que se ha alargado demasiado. Pero ahora, parece que empieza a equilibrarse el tema, con iniciativas privadas como el Muelle 12, el Aula de Cultura, librerías activas como 80 Mundos, Pynchon & Co o Fahrenheit 451, centros de formación como Flow, o La Tramoia y pequeños locales sin permiso para más que autoadjetivarse como bares culturales, que conviven con locales públicos que han hecho una apuesta firme por la cultura contemporánea, los nuevos lenguajes y las ideas alternativas. Sobre todo: el Teatre Arniches, el MACA, la SEU y Las Cigarreras.
La Universidad ha entendido el carácter transversal de la apuesta y huyendo de disputas políticas que perjudican toda evolución, se ha puesto en medio de todo, aportando una parte de contenido y sufragando la existencia de otros agentes importantes como medios, futuros periodistas, técnicos ávidos de formación, etc.
Aquellos debates sin materializar y las pataletas lógicas que nos hacían perder el tiempo a todos, han dado lugar a un panorama en el que el artista egoísta y mediocre queda retratado y fuera del cuadro, mientras los que sí aportan algo empiezan a crear conexiones entre una idea, su desarrollo y la raíz que da paso a todo lo demás, a través del empecinamiento común de que tenemos un calendario vacío que hay que llenar con ideas nuevas, locuras con amplio margen de crecimiento, un público que necesita re-educar su criterio y una ausencia de base que hay que compensar engordando el presente y valorando la cocción lenta que lo que hoy se empieza a hacer debe tener en el futuro.
El concepto envejecido de la cultura, sigue teniendo cabida en el Principal, en el MARQ, en el ADDA, o en el MUBAG. Pero se están aprovechando convocatorias públicas, subvenciones que demandan mucho papeleo, trabajo y especialización para cristalizar apuestas, mientras un cierto aire de trasgresión, empieza a convertir a Alicante en una de las ciudades con mejores perspectivas de futuro cultural de España. Por su clima, por sus ideas innovadoras y por partir de déficits estructurales y presupuestarios, que solventados pueden cristalizar todo lo que idealistas públicos y privados llevan tiempo imaginando.
En ese proyecto tiene cabida el turismo, el comercio de proximidad, el crecimiento de marcas alternativas, el diseño, la fotografía especializada, el periodismo, la cada vez más premiada gastronomía local, el ocio, el desarrollo de parques y espacios donde vivir la cultura bajo el sol… y todas esas cosas que no han encontrado su estabilidad partiendo del egoísmo, la lucha contra el mundo, la trampa y otras argucias que nos han dado una fama que nos está costando demasiado tiempo quitarnos.
Yo he perdido la perspectiva que da ver las cosas desde fuera. Ahora soy uno más. Pero debo confesar que tras la pandemia, veo un crecimiento exponencial de la empatía y una reflexión sincera que aparte del mero beneficio económico, habla de la aportación que una idea o un proyecto determinado ofrece a la comunidad, a la ciudad, a los barrios, a los artistas y al día a día que vivimos.
Sigue habiendo cosas que cambiar, pero al otro lado de la balanza, hay atisbos de profesionalización, respaldo de público, apuestas diversas, un calendario que da cabida a mercados, arte urbano, música, pintura, teatro, circo, clowns, grupos de teatro, fotógrafos, guetos y, sobre todo, gente que apuesta firmemente por la cultura.
200 eventos semanales hablan por si solos. Lo complicado ahora es unirlos. La suerte es que el trabajo personal de años empieza a ver sus frutos, y que todo él está dentro de un mismo interés llamado Alicante. Estas cosas tienen sus tiempos y desarrollos que nadie puede prever. Aunque la esperanza es algo más que una utopía, cuando hay lectores, espectadores, turistas y votantes que avalan la importancia de que la apuesta personal de unos, se convierta en el reto a desarrollar de tod@s.
Tenemos a qué agarrarnos, pero el alicantino va a tener que recuperar la crítica y la militancia de otras épocas para que políticos, gestores que empiezan a oler a jubilación e ignorantes que viven en Babia, respeten y entiendan que el crecimiento económico y social de una ciudad, suele ir intrínsecamente ligado a la calidad de la cultura que allí se programa. Y aquí se programan cosas buenas suficientes, para que se apueste por ello.
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