Siendo apenas un jovenzuelo inverve, mi ídolo de entonces, Kurt Cobain, me presentó al que él llamaba “su poeta favorito”: Leonard Cohen. Entonces, yo entendía la música como un estruendo que sacaba de mí toda la rabia acumulada que todos los adolescentes llevamos dentro. Pero todo lo que el líder de Nirvana decía era como una parte de la receta que daba sabor a mi vida de esponja inepta.
Como a Cohen, conocí a Daniel Johnston, indagué en la vida y discos menos conocidos de Lennon, le quité el disfraz a Bowie y, sin quererlo fui confeccionando mi propia setlist de personajes de la música influyentes.
Un profesor de dibujo técnico de mi instituto se percató de mi afán por absorber conocimientos, y en un intercambio de casettes y “cedeses” me regaló uno de esos libros con todas las letras de Leonard Cohen traducidas. Quizá fue la mayor contribución a mi condición actual de políglota, porque para mí, la poesía del maestro canadiense fue toda una inspiración, influyó en mis ganas de conocer el mundo anglosajón, en mi manera de escribir y en unas cuantas discusiones sobre Bob Dylan (la última con su reciente premio Novel) que yo siempre zanjaba, y zanjaré con la misma frase “Leonard Cohen es mejoR
Hoy se ha ido, susurrando to the end of love, sin hacer ruido y dejando un legado de letras que su partida han revalorizado. Deja enigmas sin resolver, frases sujetas a la subjetiva interpretación de quien las lee y la grandeza de que, con su muerte, hasta el recién elegido presidente de los EEUU haya pasado a un segundo plano.
“You want is darker” es su última fascinante aportación a la música. Hoy ya he escuchado el disco dos veces, y después, escucharé “Hallelujah“, “Light as the breeze“, “Night comes on“, buscaré entre las páginas amarillentas de mi libro de poemas favorito una frase que colgar en mi facebook, y cuando la melancolía de la edad de la esponja me haya agasajado, bailaré (con belako) to the end of love. Y me quitaré su sombrero antes de dormir soñando con las rimas que nunca más escribirá.
Deja una respuesta