Es curioso que Chuck Berry se vaya un día del padre, porque yo conocí al más influyente de los rockeros gracias a mi progenitor.
Fue allá por 1994 gracias a mi banda sonora favorita de todos los tiempos: Pulp Fiction. Apenas tenía 13 años cuando vi esa mítica escena en la que Uma Thurman y John Travolta se descalzaban y se ponían a mover las caderas sobre una pista de baile. Nunca pude imitar esa coreografía lisérgica, pero aquella canción se me quedó grabada y, como pasaba en esos casos, le pedí a mi cuñado (mi suministrador de buena música) que me grabara un casette con todas las canciones de aquella película de Tarantino.
Fue mi BSO durante unos años, mezclada con Nirvana, Pearl Jam, los doors, Bowie, los primeros discos de Metallica y Ministry, hasta que un día, mi padre, mientras escuchaba la canción del viejo Chuck, me dijo: “Por fin, algo de buen gusto en tu radiocasette”.
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